Todavía trabajaba en el AZTECA cuando conoció al locutor de la estación de radio XEFR, Enrique Hernández Flores, quien se propuso ayudarle en su carrera artística. Para ello, el locutor lo incluyó en la “serenata” que la radiodifusora ofrecía como premio de un concurso que consistía en enviar una carta de amor que expresase los más nobles y sentidos deseos. La primera serenata de premio se realizó en la colonia Moctezuma y Javier en esa ocasión fue acompañado por el afamado Mariachi México de Pepe Villa. Dicho evento se transmitió en vivo por la XEFR.
Años más tarde, cuando Javier se había convertido en una figura de primer orden, el locutor Hernández Flores le pidió de favor que diera otra serenata como premio del susodicho concurso que hasta esos días era un éxito. Javier correspondiendo a la ayuda que le dio al principio Enrique Hernández, aceptó de muy buena manera.
En esta ocasión la carta premiada provenía de una jovencita que vivía en la colonia Molino de Rosas. Aquella serenata fue de locura, la multitud que se dio cita ahí, enterada por la radio, impidió realizar la transmisión en una forma debida. Finalmente hubo necesidad de que Javier diera la serenata en la azotea del edificio donde vivía la joven afortunada. Pero esto no fue lo más difícil, al terminar su actuación Javier, tuvo que salir literalmente huyendo como ratero por las azoteas contiguas, pero no llegó hasta su coche sano y salvo, unas cuantas admiradoras se dieron cuenta de todo y antes de que pudiese subir a su automóvil, lo rodearon con demasiada efusividad. Araños, jalones de pelo, un sombrero de charro y botonaduras de plata de su traje, perdidas, fue el saldo de esta inolvidable serenata.