Vendía sus premios para invitar a cenar a los cuates

En busca de la chuleta, como se dice hoy en día, Javier en sus años adolescentes le entraba a cualquier chamba, pero había ocasiones en que no había nada. Teniendo 16 años, con el gusanito de la “cantada” en la cabeza, ya que sus cuates le decían que lo hacía bien, se presentó en la carpa “Salón Teatro Obrero” por el rumbo de Tacubaya, ya que se había entera-do de que todos los jueves se celebraba un concurso de aficionados. Aunque lo vio muy “verde”, el empresario le dio chance de participar.

En aquel entonces, Gabriel, le echó muchas ganas y para sorpresa del empresario, no sólo los amigos que lo acompañaban como “paleros le aplaudían y chiflaban, sino todo el público ahí reunido esa noche. “No podía creerlo”, dijo el empresario, “que un muchachito ganara el primer lugar, pasando por encima de gente con más experiencia. No hubo más remedio que entregarle el premio que consistía en un par de zapatos nuevos que donaba una zapatería del rumbo.” Viendo que fácilmente ganaba, el siguiente jueves se volvió a presentar y repitió la hazaña, volvió a ganar otro par de zapatos, los cuales vendió en 25 pesos para poder invitar la cena a sus cuates; Así siempre fue de “jalador” con todas las personas que lo rodearon durante su carrera artística.

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